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No es Comandante: es un hermano

No es Comandante: es un hermano

 

Por: Grabiel Peña González.

“Yo llegué a Birán en busca de trabajo, me di a querer con los peones y los dueños, permanecí cuarenta y seis años laborando entre lo de Castro y Blanco Uno, en Marcané”.

Para Andrés Toranzo López, aquel mozo que se consagró al trabajo en la finca de Birán, en Holguín, la vida le deparó una experiencia inolvidable, conocer y convivir con la familia Castro Ruz.

“Lina Ruz era humanitaria, tenía un naranjal y no quería que le comieran los frutos porque eran para los pacientes de la clínica de Marcané, se ocupaba mucho de los enfermos.

Ángel Castro, era gallego, montaba en el caballo moro que tenía y salía a recorrer las plantaciones. El gallego pagaba con vale, Fidel, con mucho respeto le dijo un día: bueno viejo aquí no hay que trabajar más por vale, hay que pagarle a los obreros con dinero para que puedan comprar donde mejor entiendan”.

La paridad de edad y convicciones entre Fidel y Andrés, contribuyeron a que este último ganara la confianza del joven revolucionario.

“El me convidó a tomar un trago de ron en casa de un tío, me dio por preguntarle: ¿Fidel tus ideales son gobernar a Cuba cuando tu seas un hombre maduro?, se asustó y declinó la cabeza, estuvo un rato pensando y me respondió: ¡Andrés yo no puedo llegar a tanto!, yo le repliqué, ya lo veremos en lo adelante, en lo adelante lo veremos”.

Veintitrés años más tarde sucedió algo que ni el implacable transcurrir del tiempo ha podido arrancar de la memoria de Andrés.

“Cuando yo veo aquel hombre que viene con un sombrero de yarey grande y me abraza, digo, ¡Fidel!, ¡Comandante!, me dice, te vengo a hacer dos preguntas porque vamos a echar una carretera hasta los Pinares de Mayarí, ¿cuántos kilómetros hay hasta allá? y ¿cuántos hasta Alto Cedro?”.

En ese encuentro Andrés no necesitó recordar al flamante Comandante aquella vieja conversación.

“Hablamos durante largo rato pero no le recordé nada, él fue quien me puso la mano en el hombro y me miró pícaramente, ya con eso era para recordarme y darme la razón”.

El corazón de Andrés Toranzo López vibra, los movimientos se hacen más ágiles aún y sus enrojecidos ojos carentes ya de visión, se humedecen al hablar del amigo de siempre.

“El no es Comandante para mí, es un hermano y le deseo que cumpla muchos años más, por el bien de la humanidad”.

 

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