Aniversario 160 del natalicio de José Martí

Por: Rosa María Ramírez Reyes.

Como luz imprescindible para el camino de cubanas y cubanos el 28 de enero de 1853 nacía un guerrero de la pluma, la palabra y acción: José Julián Martí Pérez.

Genio y humilde servidor, un eterno soñador de la grandeza humana y de la plena libertad de hombres y mujeres, un apasionado de la niñez, así le sentimos 160 años después de su nacimiento.

Su vida fue la entrega fiel a la causa de los pobres, quizás porque desde pequeño entendió de la miseria, el dolor, pero también aprendió del trabajo forzoso y de la cruel opresión.

Así se hizo leyenda viva el niño de la calle de Paula que creció en la forja de la rebeldía para  hacerse hombre de infinito amor por la vida, gestor de una guerra necesaria, definitiva y pulcra.

La figura más alta de las letras hispanas del siglo XIX, fue también la cabeza política más universal de su tiempo, el revolucionario más radical y el combatiente más incansable.

Gabriela Mistral lo calificó como “el hombre más puro de la raza”;  Rubén Darío lo llamo “maestro” y los cubanos agradecidos lo definimos Apóstol.

A Martí lo conocemos de siempre, porque él es presente y futuro, nada quedó en el pasado, su espíritu de conquistador de otros tiempos le renueva en cada aurora para que su llama no se apague y sea su hálito, oxígeno necesario en la continuidad de la marcha unida.

El Héroe Nacional y amigo sincero es evocación perenne en el hacer de los cubanos; su creación excelsa inspira y es convite sagrado a la búsqueda del verbo comprometido.