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La gran lección de Ecuador

La gran lección de Ecuador

Por: Rosa María Ramírez Reyes.

Cuando el pueblo sale a defender lo suyo, no hay quien le detenga, esa es la gran lección de Ecuador que hoy debe recorrer el mundo tras lo vivido hace unas horas en esa hermana República de Nuestra América.

Mujeres y hombres beneficiados por la Revolución Ciudadana fueron a rescatar a su presidente Rafael Correa sin temer que en medio de los disturbios provocados por policías, en su mayoría manipulados por la oposición, pudieran salir heridos o incluso muertos; es  la manera más digna de asegurar su fe en el provenir y los cambios para el bien de todas y todos.

Aguardaron unos frente al hospital donde estaba secuestrado el mandatario, otros en los alrededores del Palacio de Gobierno, eran miles sumados a la defensa incondicional de la patria que no se marcharon hasta ver y escuchar a su Jefe de Estado, el mismo que eligieron en las urnas el 26 de noviembre de 2006 y reeligieron en agosto de 2009.

La gran verdad de esta historia reciente es que la extrema derecha y su gestor Lucio Gutiérrez pretendían usurpar el poder, mas,  las Fuerzas Militares, instituciones del Estado Constitucional y el valiente pueblo no se lo permitieron; por eso hoy se consolida la unidad de las ecuatorianas y ecuatorianos.

Apegado a su  patria, Correa no claudicó ante los policías insubordinados, prefería salir como Presidente digno o como cadáver, pero no revocaría la Ley de Servicios Públicos, eso demostraba además su fidelidad al pueblo que le confió la transformación del país para que la mayoría accediera a misiones tan humanas como la Manuela Espejo, fruto de la solidaridad de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América, ALBA.

La soberbia de la oligarquía corrupta de Ecuador chocó con la bravura de los legítimos herederos del ejemplo de Sucre, Bolívar y San Martín.

Anoche acudimos a un encuentro con la historia, y nos dimos cuenta que la América avanza porque sus pueblos decidieron seguir la ruta de sus independentistas; así se evidenció en la trascendental alocución de Rafael Correa cuando finalizó con la legendaria sentencia de Che Guevara: ¡Hasta la victoria siempre!

 

 

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